martes, 17 de diciembre de 2013

El caballo de Hiroshima

Un caballo malherido llamaba a todas las puertas.
Federico García Lorca


Después de la explosión de la bomba atómica, un caballo desollado y ciego, vagando a tientas por entre los escombros, llegó al infierno y con un casco tocó al portón. Por el postigo apareció una de las tres cabezas de cancerbero y con voz ardiente y cavernosa le dijo:
— Aquí no se permite la entrada a los animales, este lugar está destinado exclusivamente a los hombres.
           Precisamente —replicó el caballo—, vengo en busca de un hombre.
—Y ¿quién es ese hombre? —preguntó Cancerbero.
           Harry S. Truman.

           Lo siento —concluyó el guardián infernal—, pues ese hombre no se encuentra aquí porque liquidó su sociedad con el demonio y montó infierno aparte.

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