Un caballo malherido llamaba a todas las puertas.
Federico García Lorca
Después de la explosión de la bomba atómica, un caballo desollado y ciego, vagando a tientas por entre los
escombros, llegó al infierno y con un casco tocó al portón. Por el
postigo apareció una de las tres cabezas de cancerbero y con voz ardiente y
cavernosa le dijo:
— Aquí no se permite la entrada a los
animales, este lugar está destinado exclusivamente a los hombres.
—
Precisamente —replicó el caballo—, vengo
en busca de un hombre.
—Y
¿quién es ese hombre? —preguntó Cancerbero.
—
Harry S. Truman.
—
Lo siento —concluyó el guardián
infernal—, pues ese hombre no se encuentra
aquí porque liquidó su sociedad con el demonio y montó infierno aparte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario