domingo, 13 de septiembre de 2015

Minificciones o microrrelatos publicados en la antología "El placer de la brevedad"

El caballo de Hiroshima


Un caballo malherido llamaba a todas las puertas.
Federico García Lorca


Después de la explosión de la bomba atómica, un caballo desollado y ciego, vagando a tientas por entre los escombros, llegó al infierno y con un casco tocó al portón. Por el postigo apareció una de las tres cabezas de cancerbero y con voz ardiente y cavernosa le dijo:
— Aquí no se permite la entrada a los animales, este lugar está destinado exclusivamente a los hombres.
           Precisamente —replicó el caballo—, vengo en busca de un hombre.
—Y ¿quién es ese hombre? —preguntó Cancerbero.
           Harry S. Truman.

           Lo siento —concluyó el guardián infernal—, pues ese hombre no se encuentra aquí porque liquidó su sociedad con el demonio y montó infierno aparte.

La luz del huyente


A través de los escombros de la noche vimos pasar a un hombre que iba huyendo bajo la lluvia y llevaba la luz de una ventana al hombro, era lo único que le quedaba de su casa pisoteada por los atletas de la muerte.

Los cerrojos de la aurora
Cuando por fin el General nos visitó, el alcalde civil en un acto protocolario le entregó las llaves de la ciudad. Desde entonces nadie ha podido salir vivo de aquí.

Luz de ciegos
Los que habían convertido su brazo en antorcha y portándolo en alto avanzaban rompiendo sombras eran los más vulnera­bles por ser claramente visibles y, además, porque al iluminarnos el camino ellos quedaban ciegos y expuestos a la acción de los vampiros. Por eso, fueron los primeros en caer abatidos. Los demás desaparecimos en las tinieblas. 


El pozo de las vírgenes
Una hermosa doncella maya fue escogida por los sacerdotes de la tribu para desposarla en efímera orgía con una divinidad protectora. Después de la ceremonia ritual de ofrenda propiciatoria, la joven, que sería inmolada con su virginidad intacta, fue recluida en ayuno afrodisíaco.

Llegado el momento de la consumación, la víctima nupcial tuvo que saltar al abismo desde un trampolín de piedra y mientras descendía con los ojos cerrados, envuelta en el esplendor de su desnudez, alcanzó a contemplar en todo su hierático y majestuoso erotismo, al dios vampiro de la fecundidad.

En el instante de estrellarse contra el fondo del pozo y en medio de un extraño deslumbramiento, la hembra elemental fue poseída brutalmente por la deidad, que le iba chupando la sangre mientras la penetraba con su falo de oro puro.

* Premio internacional de cuento breve Prensa Nueva.

jueves, 30 de abril de 2015

Perdimos la guerra

Por Guillermo Velásquez Forero

La reelección del presidente Santos ha sido un acontecimiento político sin precedentes en la historia de la democracia en Colombia. Un número muy alto y decisivo de sus electores no votó por él como candidato ni como persona, y mucho menos por un partido o una ideología, sino por una propuesta, la de culminar el proceso de negociación del conflicto armado y establecer la paz, para iniciar una nueva vida en la que reine el Estado Social de Derecho, en beneficio de todos, incluyendo a los devotos de la violencia y los millones de imbéciles que votaron a favor de la guerra.
Esa propuesta tuvo gran aceptación en amplios y diversos sectores sociales y logró lo imposible: poner de acuerdo y movilizar la voluntad política de un sector del partido conservador, el partido liberal, el partido verde, la izquierda, la extrema izquierda, intelectuales, artistas, periodistas, trabajadores independientes y muchas organizaciones, que en forma unánime, inteligente y responsable decidieron votar por la paz.
Esa extraña e increíble confabulación de fuerzas enemigas fue la que consiguió impedir que la ultraderecha, militarista, asesina, retrógrada e inquisidora, se tomara el poder para gobernar a sangre y fuego a favor de los ricos, y perpetuar el negocio maldito de la guerra contra los pobres. Este hecho histórico debería servir de modelo para promover la transformación de la conciencia del electorado y superar la ceguera, el sectarismo y el fanatismo embrutecedor que afecta a los votantes a la hora de elegir.
No hay que mencionar que la campaña que hizo el enemigo fue sucia e indigna, llena de mentiras, infamias, calumnias y persecuciones contra Santos y la construcción de la paz. Tampoco es necesario decir que los campesinos, acosados por sus mezquinos intereses personales, y actuando como traidores y suicidas, negociaron sus votos a cambio de unas falsas promesas de ayudas económicas, y apoyaron al temible candidato de la ultraderecha.
Lo cierto es que ganó la paz, y perdimos la guerra. Porque en una guerra todos pierden, pues hasta “el victorioso sufre irreparable pérdida” como lo sentencia el Mahabharata. Nadie ganó nada en ese oficio de verdugos y difuntos que parecía eterno. Todos perdimos. De nada sirvió derrochar cuantiosas riquezas y perder tantas y tan valiosas vidas humanas en una guerra interna que el gobierno derechista hubiera podido resolver oportunamente si su ideal fascista y su vocación de asesinos no les hubiesen impedido hacer las inversiones y reformas que el sector campesino y demás pobres necesitaban. Esas bestias carniceras establecieron que la guerra y la muerte de los líderes del pueblo eran la única solución de los grandes y arraigados problemas nacionales.
Ahora les toca al gobierno y a la sociedad, enfrentar los retos, exigencias y cambios estructurales y de convivencia del postconflicto. Cumplir el Estado Social de Derecho. Los guerreros deben cambiar de oficio e inventar una nueva vida. Hay que aprender a vivir en paz, desarmar las mentes, curar los corazones enfermos de odio y venganza,  invertir en la vida el presupuesto de la guerra, indemnizar a los sobrevivientes y perdonar pero no olvidar, porque los amnésicos están condenados a repetir su pesadilla.


www.guillevelfor.blogspot.com

miércoles, 4 de junio de 2014

La guerra es la paz

El púlpito del  Diablo

Por Guillermo Velásquez Forero

La libertad es la esclavitud. La ignorancia es la fuerza. Estos principios absurdos no parecen ser “las tres consignas del Partido”, en la novela 1984 de George Orwell, sino los dogmas sagrados que regirán el programa de gobierno de Uribe y su títere violento el candidato Zuluaga, si Colombia es tan imbécil, cainita y suicida como para cometer el error mortal de elegir a este temible personaje.
Uribe es un peligroso titiritero enriquecido y empoderado con el negocio del odio, la guerra, la destrucción y la muerte, que  promete seguir desangrando, enlutando y pauperizando a Colombia, mediante la guerra fratricida, la impunidad, la corrupción, la arbitrariedad, la dictadura disfrazada de democracia, y la represión y el  crimen como únicas formas de solucionar los graves y arraigados problemas sociales, económicos, de salud, vivienda, empleo y educación que padece la mayoría de la población, que, además, se debate entre la pobreza, la desesperanza, el circo y el miedo.
Promover el odio y la guerra, como lo hace Uribe y su muñeco de ventrílocuo, debería considerarse delito, pues “La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento”, consagrado en el Artículo 22 de nuestra Constitución. Un candidato que prometa la guerra interna como propuesta de gobierno debería ser descalificado e inhabilitado como aspirante a la presidencia del país, porque está prometiendo convertirse en un criminal de guerra, un verdugo de su propio pueblo, un genocida.
Zuluaga es una marioneta de la derecha, famosa por su vocación criminal, por su poder para maquinar el mal y por su astucia para inventar guerras en las que el pueblo es el que pone las víctimas y los asesinos, es decir, todos los muertos; y porque ha convertido a Colombia es un campo de odio y matanza a través de la historia. Sobra mencionar el  asesinato de Jorge Eliécer Gaitán y el genocidio que desataron, en el cual mataron a doscientos mil colombianos. En esa barbarie, orquestada y dirigida desde el poder por “esos malditos politiqueros de oficio”, “a unos los matan por godos, y a otros por liberales”, nos recuerda Arnulfo Briceño en su bambuco A quién engañas abuelo.
La derecha, que siempre ha gobernado, forjó a golpes de sangre la tradición de la violencia, la guerra y el exterminio, y está empeñada en proseguir hasta la eternidad esa práctica monstruosa contra el pueblo colombiano. Pero aunque siempre es tarde, es hora de utilizar la democracia para elegir la vida y votar en contra de la guerra, de esa guerra que nadie puede ganar militarmente y que sólo tiene perdedores. Es urgente y decisivo, de vida o muerte, reelegir al presidente Santos para permitirle que continúe el proceso de negociación de paz definitiva con las guerrillas. Porque tenemos derecho a la vida y a la esperanza de morir felices en un país posible, donde quepamos todos y podamos vivir sin tener que matarnos entre nosotros mismos. Esta quizás sea la última oportunidad.  

A los enemigos de la paz

El púlpito del Diablo

Por Guillermo Velásquez Forero

La cátedra de la paz, cuyo proyecto de Ley 174 ha sido radicado en el Senado, debería ser universal y estar dirigida en primera instancia a las grandes organizaciones criminales como los imperios que bombardean e invaden países, a los gobiernos genocidas, las dictaduras disfrazadas de democracia, los partidos y los políticos de derecha, las religiones y sus hordas fundamentalistas, los ejércitos, las guerrillas, el sionismo asesino de los palestinos, el fascismo, el capitalismo, las transnacionales, los traficantes de cine, televisión y narcóticos; el hampa; las bacrim y toda la ralea de monstruos dueños del mundo, amos del poder y generadores de todas las violencias.
Porque violencia no es sólo la agresión física mediante el uso de armas y máquinas de muerte propias de la guerra fratricida que nos mata hace más de medio siglo, la del Esmad, las bandas de asesinos de ultraderecha, los sicarios, los atracadores, los ladrones y los homicidas de toda laya. También es violencia la injusticia social, el salario mínimo miserable, los TLC, el desempleo, la criminalización de la lucha sindical, la carencia de vivienda y de servicios públicos, la miseria de los hospitales, la mala calidad de la atención médica, los altos costos y la escasez de cupos en la educación pública universitaria, el abandono estatal del campo y de tantos pueblos fantasmas, etc.
La cátedra debe impartirse de modo obligatorio a todos los enemigos de la paz. En especial a Uribe, su títere Zuluaga y todos sus secuaces, que son vampiros que pretenden seguir alimentándose con la sangre del pueblo colombiano, pues tienen la ilusión de tomarse el poder para perpetuar la guerra, manteniendo esa carnicería en que caen heridos, mutilados y muertos nuestros soldados, policías y guerrilleros, y que produce millones de desterrados; y así seguir conculcando el Derecho a la Paz de todos los ciudadanos de Colombia, establecido en el Artículo 22 de la Constitución; y continuar  arruinando el país con el negocio del odio, el exterminio y la destrucción.
También hay que enseñarles la paz a los genios del crimen comercial, los empresarios de la industria del entretenimiento perverso que a través de la televisión, los videojuegos y el cine, hacen la apología de delito, enseñándoles a los niños el oficio de asesinos y destructores, y convirtiendo la violencia en una diversión y un placer.
Pero la paz perpetua, que soñó Kant, seguirá siendo una utopía, porque la tal cátedra no se va a enseñar a los maestros de la violencia, al imperio norteamericano, al Estado autoritario, a los señores de la guerra, las organizaciones criminales y demás poderes del mal sobre la tierra, sino a los ángeles, a los inocentes, es decir, a las víctimas de la violencia: a los niños, niñas y jóvenes de nuestro país. Y los románticos e ingenuos proponentes del proyecto creen que los docentes son los que tienen la obligación y el poder de acabar con la violencia sistémica, dictando clases de paz en las aulas.   

sábado, 24 de mayo de 2014

Enseñar paz a los violentos

El púlpito del Diablo

Por Guillermo Velásquez Forero

La cátedra de la paz, que en estos días anuncian en televisión, es una solución utópica al drama universal de la intolerancia, el odio, las agresiones, la criminalidad, la guerra y el exterminio, tan arraigados desde sus orígenes en la condición humana y en la vida social, que parecen ser una maldición heredada del paraíso. Pero si se empieza por enseñarles la paz a los dueños de la violencia, a los empresarios de la guerra, a los industriales del crimen, es posible que se inicie un arduo e interminable proceso de construcción de un nuevo modelo de convivencia donde se pueda vivir sin tener que matar y comer del muerto.
Enseñar a vivir en paz parece una misión imposible, si se echa un vistazo a la historia universal que nos enseña una cadena infinita de violaciones, despojos, destrucciones, crímenes, guerras y genocidios; y si tenemos en cuenta la naturaleza de la bestia humana que la ciencia y la filosofía han dejado al desnudo, y los monstruosos poderes e intereses insaciables que dominan y se apoderan del mundo a través de todas las formas de violencia.
El animal humano es temible por su egoísmo, el odio, la competencia, la rapiña, la capacidad de hacer el mal, perseguir y matar a sus semejantes. El hombre es una fiera depredadora, la más despiadada y diabólica, movida por su instinto feroz, que Freud llamó impulso de destrucción o pulsión de muerte. El hombre es un lobo para el hombre, dice Hobbes. Y Gobineau lo llamó “el animal perverso por excelencia”. Por su parte, Schopenhauer juzga que el hombre en el fondo es una fiera terrible y salvaje, que ha convertido este mundo en un campo de matanza. Este monstruo tiene vocación homicida y caníbal porque quedó mal hecho genéticamente, según afirma el científico Emilio Yunis. 
No obstante, la cultura y la civilización, a través de la educación, el arte, el pensamiento racional, el ordenamiento jurídico con sus constituciones y  leyes, la democracia, el Estado social de derecho, la Declaración Universal de Derechos Humanos,  y la religión (porque es innegable el valioso aporte ético del Cristianismo con sus mandamientos, su consigna de amar al prójimo y hasta su mandato imposible de amar al enemigo), se han propuesto siempre domesticar a la fiera humana y convertirla en un ser social capaz de convivir en paz con sus semejantes, a pesar de su naturaleza antisocial y violenta. Y no ha sido en vano esa lucha contra la bestia que llevamos agazapada y al asecho debajo de la piel.
Porque tenemos derecho a la utopía, a inventar la paz que nos permita gozar de una vida digna, trabajar por el bienestar y conquistar la felicidad. Por eso es urgente enseñarles la paz a las instituciones, grupos e individuos violentos, enseñarles el respeto a los derechos y a la vida, enseñarles a amar y cultivar la vida y a no retornar jamás a la horda y la barbarie.
www.guillermovelasquez.com / www.facebook.com/guillevel54



viernes, 25 de abril de 2014

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