El
púlpito del Diablo
Por
Guillermo Velásquez Forero
Las atroces y espantosas carnicerías y escenas de
crímenes de guerra, casi siempre cobardes y a mansalva, que están en auge en
Siria, y en tantos otros lugares del mundo, y que cada día los comerciantes del
horror intentan mostrar y vender a través de sus diversos medios, no son raras
ni nuevas. La barbarie es histórica. Siempre se han tenido noticias de métodos
terribles, crueles y horrendos de
asesinato, de formas demenciales y despiadadas de tortura, destrucción y
exterminio del ser humano a manos de verdaderos monstruos expertos en el oficio
de dar muerte a sus semejantes.
Hay gente necia y miope que reacciona individualizando y
señalando a los victimarios como los genios inventores del crimen, y creen que
se trata de hechos “aislados”, de seres depravados, sicópatas y almas podridas
poseídas por la locura sangrienta. Le echan la culpa al fanatismo, la paranoia
y la demencia de tal o cual doctrina, partido, religión, secta u horda. Ignoran
u omiten que se trata de la ferocidad salvaje innata del hombre en su estado de
pureza, en su perversidad angelical, como lo soñó Rousseau. Schopenhauer nos
recuerda que el hombre en el fondo es una fiera salvaje que vive domesticada y enjaulada.
Y se ha sabido que siente placer al hacerle el mal al otro.
La guerra es la mayor miseria, infamia universal y
vergüenza infinita de la bestia humana envilecida y enloquecida por las ansias
de poder y riquezas que despiertan y disparan el instinto de destrucción y
muerte, cuando las circunstancias de anarquía, guerra o rebelión le permiten
desencadenar su poder infernal. La Historia demuestra con exceso de evidencias
que el infierno es este mundo, y que el Demonio es el hombre. La guerra es una
fiesta de monstruos carniceros, una bacanal de caníbales, una borrachera de
vampiros que dan rienda suelta a su pasión de beber sangre humana. Y la fiera
homo sapiens siempre ha encontrado pretextos para ejercer el instinto homicida
que lleva oculto debajo de sus alas de ángel diabólico.
Esos actos de barbarie son connaturales a la bestia
dantesca que subyace bajo las apariencias del hombre civilizado. Y confirman
que, cada vez que se ve libre de las cadenas, muros de contención y jaulas que
le imponen la cultura y la civilización, el hombre revela que es, y que nunca
dejará de ser, un monstruo depredador y asesino. El Génesis, y otros mitos
antropogónicos, muestran que desde sus orígenes el hombre es una bestia perversa, apta para perpetrar
las más salvajes monstruosidades, sobre todo, contra su misma especie; es
fratricida. Incluso, es capaz de asesinar al ser amado. Cuando apareció sobre
el paraíso terrenal, ya tenía ese talento para el crimen, como si fuera un don
divino. Y no ha cambiado, y no puede cambiar, porque es incorregible e
irredimible. La educación, las leyes, la ética, la religión, las artes y la
filosofía han fracasado: no han podido transformar la naturaleza bestial del
hombre.
Es cierto que los asesinos en acto son unos pocos, pero
son los opulentos, los dueños del poder y las armas, los que gobiernan; y la
mayoría no hacemos nada por rebatirlos para protegernos y preservar a la
Humanidad de las hecatombes, por impedir que los monstruos nos utilicen para
sus fines criminales, ya como victimarios, ya como víctimas. Sígueme en www.guillermovelasquez.com
www.facebook.com/guillevel54
No hay comentarios:
Publicar un comentario