El púlpito del Diablo
Guillermo Velásquez Forero
Los alcaldes, sobre
todo los pueblerinos, terminan su reinado parroquial y se esfuman como si se
los hubiera tragado la tierra, o como reos que huyen del lugar del crimen. Son
fantasmas que aparecen por arte de magia electoral, espantan un instante en el poder,
ofenden y estafan al pueblo, se caen de la nube y no vuelven a aparecer ni a
figurar en la mafia politiquera y burocrática; se dan a la fuga, o se vuelven
clandestinos para dedicarse a disfrutar el botín que lograron amasar durante su
mandato. Así que,
políticamente
no existen, son un falso positivo, un invento fallido de la democracia, que en
Colombia estableció la elección popular de alcaldes hace 25 años.
Esta apertura
significó una conquista de los movimientos cívicos, los independientes, los
disidentes, los ninguneados, las guerrillas y los paramilitares que así
pudieron entrar en el negocio de los votos y acceder al poder en las regiones;
facilitó el surgimiento de coaliciones, contubernios y liderazgos locales
deleznables y efímeros; y constituyó, sin duda, una descentralización del poder
político, que dio paso a la democracia local. Pero una democracia ligera, es
decir, más o menos inútil porque no está respaldada por una “democracia en
términos de descentralización fiscal y administrativa”, como lo advierte el
analista político Oscar Arango Gaviria. De modo que la autonomía local es
aparente, pues está muy limitada por el poder de decisión que ejercen los
ministerios y las instituciones descentralizadas del orden nacional.
La democracia local
abrió las puertas del zoo politiquero a todo el mundo. Y comenzó esa racha de
alcaldías en manos de ineptos, necios, pícaros, oportunistas, pobres de
espíritu, y pobres diablos en busca de fortuna que utilizan la política para enriquecerse.
Todo el mundo se lanzó a hacer el negocio de la politiquería, sin tener
idoneidad en administración pública, sin valores éticos, sin espíritu cívico,
sin sensibilidad ni compromiso social, y hasta sin don de gentes, sin nada;
apenas con la ambición de poder y riqueza. Esos miles de alcaldes y algunas
alcaldesas, que han sido elegidos, eran cualquier cosa menos políticos. Eso
explica por qué salieron del escenario y están desaparecidos.
Una consecuencia de
esa ineptitud e insolvencia moral e intelectual es la brega que le han dado a
la Justicia: las numerosas investigaciones, destituciones, sanciones y condenas
que han cosechado dichos alcaldes en el ejercicio de sus cargos. El
departamento de Boyacá tiene 123 municipios, y desde que se inició dicha
elección popular ha elegido 1.107 alcaldes, sin contar destituidos,
provisionales y los que renunciaron, de los cuales unos 10 –ni siquiera el 1%– han hecho carrera política.
No hay verdaderos
políticos ni dirigentes ni líderes. Y si los hay son de izquierda, y esos están
satanizados y son excluidos, perseguidos y asesinados por la ultraderecha. Es
urgente diseñar una educación para el liderazgo, que seleccione a los mejores
seres humanos y los eduque y forme integralmente para que sean dignos y capaces
de ejercer uno de los destinos más difíciles, nobles importantes y
trascendentes: administrar con inteligencia, sabiduría y humanidad el proyecto
de vida colectivo con el fin supremo de construir la paz, el bienestar y la
felicidad para todos. Sígueme en www.guillermovelasquez.com
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