El púlpito del Diablo
Por Guillermo Velásquez Forero
El Estado colombiano ha sido
siempre una organización necia, terca y violenta que nos ha impuesto una
cátedra de la violencia y ha obligado a la clase trabajadora y a todas las agrupaciones
y estamentos a emplear la fuerza bruta como único medio posible de interacción
y comunicación con las diversas instancias del poder. Y lo lamentable y
paradójico es que todos somos responsable de esta violenta situación porque hemos
elegido en forma libre y democrática a
estos personajes nefastos y funestos para que dirijan la marcha y los destinos
de nuestra sociedad.
Parece que nuestros
gobernantes fueran sordos, ciegos y brutos, que no vieran la realidad ni entendieran
la lengua en que nos expresamos, pero la verdad es todo lo contrario: son muy
instruidos, inteligentes y capaces, pero han demostrado hasta la saciedad que
sólo han utilizado su inteligencia y su astucia para ejercer la corrupción y
para actuar en contra de la lógica y la razón, para negarse en forma tenaz a
solucionar los viejos y graves problemas que sufrimos y que nos hacen la vida
infeliz a la mayoría.
En su artículo El viejo
remedio, William Ospina nos recuerda que el ejército guerrillero más viejo del
mundo, llamado Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, surgió como una
rebelión campesina contra el gobierno que se negó a solucionar problemas del
campo tan elementales como unas carreteras y unos puentes, y que en vez de
invertir en desarrollo social se dedicó a derrochar cuantiosas fortunas y vidas
humanas en una guerra fratricida y absurda contra los colombianos. En vez de
sembrar vida y cultivar el porvenir, se ha entregado a invertir en el negocio
del odio, la pelea y la muerte.
El paro agrario, que ha
paralizado al país y que ya cuenta con muertos y centenares de heridos, obedece
a esa lógica de la violencia estatal. Es una respuesta a la arrogancia,
prepotencia y sordera del gobierno. Es una desgracia, lamentable y vergonzosa
que nuestros campesinos, gente humilde, noble, pacífica y trabajadora tenga que
enfrentarse a la fuerza pública en combate por la defensa de la dignidad y el
derecho a la vida. Es una calamidad que nuestros jóvenes estudiantes,
(“juventud, divino tesoro”, dice Rubén Darío), y nuestros líderes populares
sociales y políticos tengan que recurrir a la rebelión porque el gobierno se
niega a escuchar y atender los clamores del pueblo, que sufre y necesita una
luz que le ilumine la esperanza, y una acción humanitaria e inteligente que
solucione los problemas nacionales y que les ayude a los más necesitados a
vivir.
Es inaceptable que el Estado
actúe de modo irracional y brutal, que
sea más sordo que una tapia. Es urgente, indefectible, y de vital importancia hacer
prevalecer el respeto a la vida y los derechos, y
utilizar el diálogo, la argumentación, la controversia y la contienda de las
ideas para hallar soluciones a los graves y arraigados problemas y conflictos
que nos hacen la vida imposible y que nos arruinan la ilusión de llegar a ser
felices. Sígame en www.guillermovelasquez.com / www.facebook.com/guillevel54
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