jueves, 29 de agosto de 2013

La rebelión de la esperanza

El púlpito del Diablo

Por Guillermo Velásquez Forero

El Estado colombiano ha sido siempre una organización necia, terca y violenta que nos ha impuesto una cátedra de la violencia y ha obligado a la clase trabajadora y a todas las agrupaciones y estamentos a emplear la fuerza bruta como único medio posible de interacción y comunicación con las diversas instancias del poder. Y lo lamentable y paradójico es que todos somos responsable de esta violenta situación porque hemos elegido en  forma libre y democrática a estos personajes nefastos y funestos para que dirijan la marcha y los destinos de nuestra sociedad.
Parece que nuestros gobernantes fueran sordos, ciegos y brutos, que no vieran la realidad ni entendieran la lengua en que nos expresamos, pero la verdad es todo lo contrario: son muy instruidos, inteligentes y capaces, pero han demostrado hasta la saciedad que sólo han utilizado su inteligencia y su astucia para ejercer la corrupción y para actuar en contra de la lógica y la razón, para negarse en forma tenaz a solucionar los viejos y graves problemas que sufrimos y que nos hacen la vida infeliz a la mayoría.
En su artículo El viejo remedio, William Ospina nos recuerda que el ejército guerrillero más viejo del mundo, llamado Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, surgió como una rebelión campesina contra el gobierno que se negó a solucionar problemas del campo tan elementales como unas carreteras y unos puentes, y que en vez de invertir en desarrollo social se dedicó a derrochar cuantiosas fortunas y vidas humanas en una guerra fratricida y absurda contra los colombianos. En vez de sembrar vida y cultivar el porvenir, se ha entregado a invertir en el negocio del odio, la pelea y la muerte.
El paro agrario, que ha paralizado al país y que ya cuenta con muertos y centenares de heridos, obedece a esa lógica de la violencia estatal. Es una respuesta a la arrogancia, prepotencia y sordera del gobierno. Es una desgracia, lamentable y vergonzosa que nuestros campesinos, gente humilde, noble, pacífica y trabajadora tenga que enfrentarse a la fuerza pública en combate por la defensa de la dignidad y el derecho a la vida. Es una calamidad que nuestros jóvenes estudiantes, (“juventud, divino tesoro”, dice Rubén Darío), y nuestros líderes populares sociales y políticos tengan que recurrir a la rebelión porque el gobierno se niega a escuchar y atender los clamores del pueblo, que sufre y necesita una luz que le ilumine la esperanza, y una acción humanitaria e inteligente que solucione los problemas nacionales y que les ayude a los más necesitados a vivir.

Es inaceptable que el Estado actúe de modo  irracional y brutal, que sea más sordo que una tapia. Es urgente, indefectible, y de vital importancia hacer prevalecer el respeto a la vida y los derechos, y utilizar el diálogo, la argumentación, la controversia y la contienda de las ideas para hallar soluciones a los graves y arraigados problemas y conflictos que nos hacen la vida imposible y que nos arruinan la ilusión de llegar a ser felices. Sígame en www.guillermovelasquez.com / www.facebook.com/guillevel54  

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