El púlpito del Diablo
Por Guillermo Velásquez Forero
Las invasiones con
saqueo, arrasamiento de la cultura, exterminio de los pueblos vencidos, y toma
de posesión de la tierra, el poder, la vida de los sobrevivientes y todos los
bienes ajenos, continúan perpetrándose en diversos pueblos del mundo mediante
la guerra o con otros métodos y nuevas formas sutiles y ocultas de dominio y
expoliación.
Ya no es la
brutalidad primitiva del imperio romano, del otomano, de las hordas mongólicas
del monstruo Gengis Kan y demás plagas organizadas de ladrones y asesinos que a
lo largo del círculo vicioso de la historia han asolado a la Humanidad. Ahora
son los países imperialistas, neocolonialistas y explotadores que prosiguen esa
labor humanitaria en bien de la barbarie, el totalitarismo y el esplendor de la
miseria.
Los conquistadores
del imperio español saquearon el oro, la plata, las esmeraldas y demás riquezas
de casi toda Latinoamérica; y arrasaron con todo: satanizaron las religiones
naturales, prohibieron y desaparecieron centenares de lenguas nativas, quemaron
los libros o códices mayas, destruyeron las culturas y exterminaron a las
etnias indígenas. Se apropiaron de la tierra, la flora y la fauna, el cuerpo y
el alma de la gente, los medios de producción, los frutos del trabajo, la
memoria y el porvenir de los vencidos y desposeídos.
Hoy se adueñan del
petróleo, de las fuentes de energía, de las materias primas, de las semillas
que pueden sembrar los campesinos, de los genios que huyen del desprecio y la
falta de horizontes; de la economía y de los mercados de todos los pueblos que
le vendieron su futuro, dignidad y soberanía al imperio a través del
endeudamiento externo y de la consiguiente obediencia perruna a su doctrina
fascista.
También son los
propietarios del tiempo, la libertad, la imaginación, los sueños, las ideas,
los gustos, el poder de decisión, el ocio y la diversión, las ilusiones y
esperanzas, la información y las comunicaciones de la casi totalidad de las
personas que, sin darse cuenta, viven enajenadas, alienadas y dominadas por la
transculturación imperialista.
Continuando con esa
gran fiesta de ladrones, acaba de aparecer un siniestro y abominable personaje,
gerente de una empresa transnacional, experto en el despojo y el saqueo, y
cabecilla del latrocinio universal que ha determinado que el agua no es un
derecho y que debe ser privatizada y vendida a precio de oro. Después de
apoderarse del agua, los dueños del mundo van a privatizar el aire, la lluvia,
la luz del sol, la noche, etc.
Y para completar el
proceso de privatización de todos los recursos naturales, los bienes y los
servicios públicos, José Saramago recomendó lo siguiente: que finalmente,
privaticen a la puta madre que parió a todos los privatizadores. Y cuando todo
esté perdido, habrá que armar una revolución mundial para, según Octavio Paz:
recobrar nuestra herencia arrebatada / por ladrones de vida hace mil siglos.
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