lunes, 7 de abril de 2014

Censura y corrupción

 El Púlpito del Diablo

Por Guillermo Velásquez Forero

“No habrá censura”, establece el Artículo 20 de nuestra Constitución. Pero este precepto es un principio teórico que encarna un anhelo de la democracia que pretende hacer respetar la libertad de conciencia y la libre participación de la inteligencia, la racionalidad y el pensamiento crítico en la vida política, el periodismo, la actividad cultural y la dinámica social de la Nación, como un derecho fundamental. Sin embargo, en la práctica, nuestra vida social es irracional, arbitraria y violenta. Y el gobierno siempre ha estado  en manos de prepotentes, dictadores y criminales inocentes santificados por la impunidad.
En la mayoría de las gentes, que piensan como títeres o sacamicas de los corruptos y violentos, no existe una conciencia del respeto de los derechos fundamentales, de la necesidad de defenderlos y de convertir su ejercicio en una vivencia cotidiana que enriquezca la vida con la pluralidad, que haga prevalecer la civilización sobre la barbarie y que garantice la paz y la armonía social. Por eso hay quienes se creen investidos por la divina providencia como censores, y se atreven a recomendarles a intelectuales, periodistas y escritores que ejerzan la autocensura para no contrariar el imperio absoluto de la santa inquisición, las bandas criminales y las costumbres de los idiotas domésticos.
La censura es un delito, un atentado contra la libertad de conciencia, la libertad de pensamiento, y la libertad de expresión que cometen los regímenes totalitarios, militaristas y teocráticos. Este método de exclusión, ha sido muy usado en la lucha política para acallar, anular, excluir y eliminar al otro, al que piensa diferente, al crítico, al disidente, al raro, a la bruja y al hereje que hay que quemar vivos para que no quede ninguna duda de que el infierno está aquí y es administrado por los sicarios del cielo.
También se utiliza la censura para amordazar a la prensa independiente, para impedirle que destape y publique denuncias sobre corrupción, robo, tráfico de influencias,  injusticias, crímenes de Estado y demás negocios que vuelven ricos y famosos a los dueños del poder. Y les resulta fácil silenciar, asfixiar y sacar de la luz a un medio periodístico crítico y peligroso para los hampones ilustres y sus gobiernos funestos. A los periodistas también se les suele aniquilar comprándolos o mandándolos asesinar.
En cambio, nunca se ha ejercido la censura para defender la salud mental, los valores éticos y los procesos educativos de la sociedad, no se controla la acción de los degenerados y perversos que ejercen como pedagogos de la corrupción, el crimen, el vicio, la anarquía, el libertinaje, la promiscuidad, el chisme y la imbecilidad. Estos canallas han convertido su oficio en un fabuloso negocio con el que pudren, explotan y manipulan a todo el mundo. Es la llamada industria del entretenimiento que deprava a la niñez y la juventud al ofrecerles “diversiones” para enseñarles a ser asesinos y capos del crimen organizado, al imponerles héroes, ídolos y modelos que son sólo monstruos del delito y la destrucción, putas de la farándula, matachines drogadictos y alcohólicos convertidos en estrellas, etc. Todos estos maestros de la pudrición social actúan libres y a sus anchas en la narco-televisión, el cine y el video donde han montado su imperio.


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