El
Púlpito del Diablo
Por Guillermo Velásquez Forero
“No habrá censura”,
establece el Artículo 20 de nuestra Constitución. Pero este precepto es un
principio teórico que encarna un anhelo de la democracia que pretende hacer
respetar la libertad de conciencia y la libre participación de la inteligencia,
la racionalidad y el pensamiento crítico en la vida política, el periodismo, la
actividad cultural y la dinámica social de la Nación, como un derecho
fundamental. Sin embargo, en la práctica, nuestra vida social es irracional,
arbitraria y violenta. Y el gobierno siempre ha estado en manos de prepotentes, dictadores y
criminales inocentes santificados por la impunidad.
En la mayoría de las
gentes, que piensan como títeres o sacamicas de los corruptos y violentos, no
existe una conciencia del respeto de los derechos fundamentales, de la
necesidad de defenderlos y de convertir su ejercicio en una vivencia cotidiana
que enriquezca la vida con la pluralidad, que haga prevalecer la civilización
sobre la barbarie y que garantice la paz y la armonía social. Por eso hay
quienes se creen investidos por la divina providencia como censores, y se
atreven a recomendarles a intelectuales, periodistas y escritores que ejerzan
la autocensura para no contrariar el imperio absoluto de la santa inquisición,
las bandas criminales y las costumbres de los idiotas domésticos.
La censura es un
delito, un atentado contra la libertad de conciencia, la libertad de
pensamiento, y la libertad de expresión que cometen los regímenes totalitarios,
militaristas y teocráticos. Este método de exclusión, ha sido muy usado en la
lucha política para acallar, anular, excluir y eliminar al otro, al que piensa
diferente, al crítico, al disidente, al raro, a la bruja y al hereje que hay
que quemar vivos para que no quede ninguna duda de que el infierno está aquí y
es administrado por los sicarios del cielo.
También se utiliza la
censura para amordazar a la prensa independiente, para impedirle que destape y publique
denuncias sobre corrupción, robo, tráfico de influencias, injusticias, crímenes de Estado y demás negocios
que vuelven ricos y famosos a los dueños del poder. Y les resulta fácil
silenciar, asfixiar y sacar de la luz a un medio periodístico crítico y peligroso
para los hampones ilustres y sus gobiernos funestos. A los periodistas también
se les suele aniquilar comprándolos o mandándolos asesinar.
En cambio, nunca se
ha ejercido la censura para defender la salud mental, los valores éticos y los
procesos educativos de la sociedad, no se controla la acción de los degenerados
y perversos que ejercen como pedagogos de la corrupción, el crimen, el vicio,
la anarquía, el libertinaje, la promiscuidad, el chisme y la imbecilidad. Estos
canallas han convertido su oficio en un fabuloso negocio con el que pudren,
explotan y manipulan a todo el mundo. Es la llamada industria del
entretenimiento que deprava a la niñez y la juventud al ofrecerles “diversiones”
para enseñarles a ser asesinos y capos del crimen organizado, al imponerles
héroes, ídolos y modelos que son sólo monstruos del delito y la destrucción, putas
de la farándula, matachines drogadictos y alcohólicos convertidos en estrellas,
etc. Todos estos maestros de la pudrición social actúan libres y a sus anchas
en la narco-televisión, el cine y el video donde han montado su imperio.
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