sábado, 18 de mayo de 2013

El Papa es cómplice


El púlpito del Diablo

Por Guillermo Velásquez Forero



En el nefasto año de 1976, las fuerzas armadas argentinas convirtieron el Estado en una monstruosa maquinaria criminal dedicada a producir asaltos, secuestros, robos, desapariciones, torturas y asesinatos con una eficacia macabra. Por su estructura gigantesca que abarcó a todo el país, su inmenso poder de violencia y destrucción, y su demencia furiosa, dicha organización criminal era arrolladora, implacable, despiadada; era invulnerable e intocable: no había poder humano ni divino que pudiera enfrentar o contener las acciones monstruosas de este aparato ideológico de la ultraderecha consagrado al exterminio de la izquierda, el sindicalismo, los Derechos Humanos, la justicia, las libertades de pensamiento y expresión, la democracia, el arte y los artistas, la pastoral social de la Iglesia y cualquier otra organización social o cultural que ayudara o protegiera a los pobres. Y tenía muchos cómplices: la policía, el poder judicial, la prensa, la ultraderecha, el capitalismo y el imperio norteamericano.
No hay que perder de vista, en ningún momento, quiénes son los cerebros del crimen, los verdaderos asesinos, los autores intelectuales y materiales de semejante matanza de inocentes. Los generales Videla, Viola y Galtieri son apenas las cabezas visibles del monstruo. Toda la barbarie de estos genocidas, su ferocidad, sus métodos y sus acciones perversas son insólitos; y su irracionalidad, ceguera e imbecilidad son inauditas y casi increíbles. Su empresa de exterminio fue generosa y se extendió a cualquier sospechoso, a todo el mundo. Secuestraron, desaparecieron, violaron, torturaron y  asesinaron a familias completas, a embarazadas a quienes les robaron los bebés, a adolescentes y niños. Masacraron a obispos, sacerdotes, seminaristas, catequistas, monjas, abogados, sindicalistas, periodistas, escritores, jóvenes que prestaban servicio militar, defensores de derechos humanos, profesores, estudiantes, etc. Además de asesinos eran ladrones: saqueaban las residencias de las víctimas y robaban todo, incluso vehículos y bienes raíces. Y quedaron en completa impunidad, quizás porque eran títeres de Estados Unidos y su Doctrina de Seguridad Nacional. Y nadie pudo hacer nada por ninguna víctima, ni siquiera el presidente de Francia que abogó por unas monjas francesas desaparecidas, violadas, torturadas y asesinadas por los militares. Quienes se atrevan a conocer en detalle los horrores de esta tragedia deben leer el libro Nunca Más que publica el Informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, dirigida por el escritor Ernesto Sábato.  
El Papa Francisco es cómplice, pero de los pobres y miserables, de las víctimas no sólo de la dictadura argentina, sino de todas las dictaduras y, sobre todo, del capitalismo salvaje. Pero él no puede hacer nada para proteger y salvar a tantos millones de seres humanos condenados al infierno de este mundo. Porque tendría que enfrentarse al imperio norteamericano, al capitalismo y a la ultraderecha que son los dueños del mundo y los autores de la pobreza, la miseria, la guerra, la injusticia social, los crímenes y demás tragedias de este planeta. Del Vaticano sólo podemos esperar plegarias, compasión y bendiciones. Mientras el enemigo esté en el poder, y no seamos dignos de enfrentarlo, no habrá esperanza de redención del hombre sobre la tierra. Sígueme en www.guillermovelasquez.com  www.facebook.com/guillevel54

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