sábado, 18 de mayo de 2013

La miseria de la riqueza


El púlpito del Diablo

Por Guillermo Velásquez Forero



Las famosas esmeraldas colombianas son un modelo abominable de esa riqueza violenta y maldita que cae sobre las comunidades como una peste ruinosa y mortífera, gracias a la alianza vituperable de políticos, gánsteres y capos de la Iglesia.
A lo largo de la historia de Boyacá y Colombia, las minas de esmeraldas han sido una fuente de miseria y de innumerables crímenes que han quedado en la más oscura y silenciosa impunidad. Han generado también una “cultura” de la selva y una “ley” impuestas por las mafias y sus ejércitos privados, que consisten en el imperio absoluto del delito y todas las formas de humillación, degradación y abyección del ser humano –incluyendo la trata de personas– bajo el poder dictatorial de un señor medieval, omnímodo, irracional, caprichoso y asesino, dueño de la riqueza y la vida ajenas.
Esta calamidad nacional parece hacer parte del absurdo metafísico de la vida humana, cuyas manifestaciones se padecen en todos los lugares del mundo y en todos los tiempos, y cuyas explicaciones mágicas se encuentran en la mitología. El mito de Fura y Tena, de la cultura precolombina de los muzos, ofrece una versión del origen trágico y sangriento de estas piedras: según este relato, las esmeraldas son el fruto  del delito, la traición, el odio y la venganza.
Pero la racionalidad nos permite comprender que el hampa y el crimen tienen una lógica, que consiste en la lucha por apropiarse de las riquezas, y las ansias por obtener el predominio social y el poder político, por parte de los más astutos, despiadados y temibles criminales, en los que ha encarnado el espíritu de la perversidad, que Allan Poe denuncia en sus cuentos de terror.
Lo que nadie se atreve a preguntar es ¿por qué la riqueza que se encuentra en el subsuelo nacional, y que pertenece a todos los colombianos, va a parar a las manos de ciertos espantos que aparecen, se apropian una inmensa fortuna y se convierten en dueños de la tierra, amos de numerosos siervos y pájaros, y reos ausentes con miles de homicidios a cuestas por los que nunca tienen que responder ante la Ley? Toda la riqueza nacional: petróleo, esmeraldas, carbón, oro, platino, etc., debe destinarse a financiar la guerra contra la pobreza y la miseria de la mayoría de la población, a dar vida, luz y esperanza a los más necesitados, y no a enriquecer y endiosar bandidos.
La muerte de Carranza debe marcar el fin de esa pesadilla verde, deber servir de escarmiento histórico para que el Estado no vuelva a utilizar la riqueza nacional para propiciar el imperio del mal y, por el contrario, recobre la autoridad, el dominio y la explotación de las minas e invierta esa riqueza en planes inmediatos de Desarrollo Humano de nuestro país. No más zares ni patrones, nunca más guerra ni paz de esmeralderos, basta de asesinos disfrazados de empresarios, líderes, benefactores y socios de los dueños del infierno. Hemos sufrido tanto el terror de la riqueza y los ricos, que dan ganas de proponer la pobreza como ideal de vida. Sígueme en www.guillermovelasquez.com  www.facebook.com/guillevel54

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