El púlpito del Diablo
Por Guillermo Velásquez Forero
Quienes ejercen el
predominio político y el gobierno son delincuentes invisibles que utilizan el
poder y la monstruosa maquinaria del Estado para violar, con refinada astucia,
la Ley, la Constitución, los principios universales, los derechos y las
libertades ciudadanas; y, sin que nadie se dé cuenta,
convierten la democracia en una dictadura hipócrita y subterránea, en un
totalitarismo apocalíptico como el imaginado por Orwell en su obra 1984. Y esos abusos de poder se han
venido perpetrando desde hace tiempo en todo el mundo, no sólo en los países
atrasados, violentos y caníbales. Sólo que ahora los bandidos secretos cuentan
con las tecnologías informáticas de la comunicación y las páginas sociales de
internet para ejercer su infamia en la clandestinidad y a mansalva.
El escándalo que ha armado
Snowden al revelar el delito de espionaje que comete Estados Unidos y las
potencias europeas contra los ciudadanos, es sólo el destape de un proceso metódico
y sistemático de arbitrariedades, violaciones y atropellos de los hampones del
poder contra los derechos humanos de todas las personas, que se viene
ejecutando de manera oculta, con suprema eficacia y en plena impunidad.
Desde que empezamos a
figurar en la vida social, la chusma que nos rodea nos vigila, nos persigue, se
entromete en nuestros asuntos privados y pretende controlar nuestra vida. Ese
vicio inveterado e incurable, que parece inherente a la sociedad, le produce verdaderos orgasmos antisociales a
la plebe que lo practica. Sobre todo en las comunidades pequeñas, pues es
sabido que pueblo chico: infierno grande. En las ciudades es diferente porque
el citadino es un solitario, anónimo y fantasmal. Pero esta violación doméstica
del derecho a la privacidad es inocua y se reduce a la denigración, la murmuración
y el chisme que se propagan en la sombra y a espaldas de la víctima.
La paranoia, el delirio de
persecución y el terror que respiran los poderosos, derivados de su conciencia
de ser perversos, injustos y violentos, les hace creer que están rodeados e
infiltrados de enemigos, que dondequiera que ponen sus patas hay un campo
minado. Y debería ser así porque se lo merecen por sus acciones en perjuicio de
la justicia, la paz y el bienestar de la mayoría. Con ese pretexto de la
seguridad y de la lucha contra el terrorismo que ellos mismos promueven, violan
los derechos, coartan la libertad de pensamiento, persiguen el pensamiento
crítico, y atentan contra la libertad de expresión y comunicación. Y creen que
así están a salvo del espanto de la rebelión y los atentados.
Ahora somos microbios de
laboratorio, hacinados en la promiscuidad del microscopio y sometidos a la
mirada inquisidora de los dueños del miedo, que tienen ojos, cámaras y
micrófonos ocultos en todas partes para vigilarnos la mascarada cotidiana en
que vivimos la muerte nuestra de cada día. El Estado tiene derecho a
defenderse, a ejercer el control social y a perseguir a los delincuentes, pero
debe hacerlo con acciones legales y no mediante el delito. Sígueme: www.guillermovelasquez.com / www.facebook.com/guillevel54
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