sábado, 27 de julio de 2013

El ciudadano es un microbio

El púlpito del Diablo

Por Guillermo Velásquez Forero

Quienes ejercen el predominio político y el gobierno son delincuentes invisibles que utilizan el poder y la monstruosa maquinaria del Estado para violar, con refinada astucia, la Ley, la Constitución, los principios universales, los derechos y las libertades ciudadanas; y, sin que nadie se dé cuenta, convierten la democracia en una dictadura hipócrita y subterránea, en un totalitarismo apocalíptico como el imaginado por Orwell  en su obra 1984. Y esos abusos de poder se han venido perpetrando desde hace tiempo en todo el mundo, no sólo en los países atrasados, violentos y caníbales. Sólo que ahora los bandidos secretos cuentan con las tecnologías informáticas de la comunicación y las páginas sociales de internet para ejercer su infamia en la clandestinidad y a mansalva.
El escándalo que ha armado Snowden al revelar el delito de espionaje que comete Estados Unidos y las potencias europeas contra los ciudadanos, es sólo el destape de un proceso metódico y sistemático de arbitrariedades, violaciones y atropellos de los hampones del poder contra los derechos humanos de todas las personas, que se viene ejecutando de manera oculta, con suprema eficacia y en plena impunidad.
Desde que empezamos a figurar en la vida social, la chusma que nos rodea nos vigila, nos persigue, se entromete en nuestros asuntos privados y pretende controlar nuestra vida. Ese vicio inveterado e incurable, que parece inherente a la sociedad,  le produce verdaderos orgasmos antisociales a la plebe que lo practica. Sobre todo en las comunidades pequeñas, pues es sabido que pueblo chico: infierno grande. En las ciudades es diferente porque el citadino es un solitario, anónimo y fantasmal. Pero esta violación doméstica del derecho a la privacidad es inocua y se reduce a la denigración, la murmuración y el chisme que se propagan en la sombra y a espaldas de la víctima.
La paranoia, el delirio de persecución y el terror que respiran los poderosos, derivados de su conciencia de ser perversos, injustos y violentos, les hace creer que están rodeados e infiltrados de enemigos, que dondequiera que ponen sus patas hay un campo minado. Y debería ser así porque se lo merecen por sus acciones en perjuicio de la justicia, la paz y el bienestar de la mayoría. Con ese pretexto de la seguridad y de la lucha contra el terrorismo que ellos mismos promueven, violan los derechos, coartan la libertad de pensamiento, persiguen el pensamiento crítico, y atentan contra la libertad de expresión y comunicación. Y creen que así están a salvo del espanto de la rebelión y los atentados.

Ahora somos microbios de laboratorio, hacinados en la promiscuidad del microscopio y sometidos a la mirada inquisidora de los dueños del miedo, que tienen ojos, cámaras y micrófonos ocultos en todas partes para vigilarnos la mascarada cotidiana en que vivimos la muerte nuestra de cada día. El Estado tiene derecho a defenderse, a ejercer el control social y a perseguir a los delincuentes, pero debe hacerlo con acciones legales y no mediante el delito. Sígueme: www.guillermovelasquez.com / www.facebook.com/guillevel54

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