Les trajeron
de la guerra
a sus hijos muertos.
Edgar Lee Masters
Un grupo de amigos volvió a reunirse una noche de
fiesta. Fueron llegando animados por el escándalo de la luna, entraron con la
ingenua alegría de otros tiempos, se miraron en el espejo de los afectos y se
reconocieron, se abrazaron para palpar las presencias, brindaron, cenaron en el
jardín, fumaron, escucharon música y bailaron.
Pero permanecieron en absoluto silencio, no pudieron
alabar los éxitos de la industria nacional de la guerra contra el pueblo; al
fin habían aprendido a la perfección el difícil arte de callar.
Además de la luz de la palabra, también habían
perdido la memoria: ni siquiera recordaban que todos los invitados, ahí
presentes, habían muerto en combate.
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