A Arturo Arcángel
En los estertores del siglo
XX, que se hundía en el esplendor de la miseria humana,
la ruina de las utopías y la vergüenza universal del progreso, un poeta,
vestido de luto por la muerte de Dios, había
peregrinado a una ciudad de neblinas y pantanos a cumplir una promesa de amor; y venía pastoreando
su rebaño de nostalgias por la Calle
de los Milagros cuando fue descubierto por
la mirada sorprendida de un niño que avanzaba en contravía y que se detuvo
un instante frente a él.
Iluminado por un relámpago de alegría y estremecido
de asombro por la aparición, como si hubiese hallado un tesoro que había perdido en otro sueño, el niño le
observó el pecho al poeta, donde le brillaba un anticuario de sombras,
silencios y abismos, y gritó jubiloso:
—
i Cuánto hacía que no veía una corbata así!
Y era verdad, esas corbatas habían desaparecido en
el siglo XV.
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