El príncipe estaba borracho, drogado y en
celo cuando el Conde Drácula lo sacó a bailar, lo envolvió
en la capa negra de la seducción, lo
arrinconó en la oscuridad y se lo sorbió; y quedó enajenado, perdido en
el fascinante círculo del vicio; pero el seductor resultó insaciable y, bajo
amenaza de abandono, le exigió que le
entregara todas las sangres. El príncipe, locamente enamorado del
vampiro, le entregó el país.
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