hay
un campesino que fue agredido,
Hay
un charco de sangre en una plaza.
Vinicius
de Morâes
Fumigados, bombardeados, fusilados y desterrados, los campesinos rescataron y se echaron al hombro los
cadáveres de sus líderes y
compañeros, y al unísono, con una voz colectiva que agrietó la bóveda
sombría del cielo, gritaron:
—i
Adelante, compañeros!
Y avanzaron de frente contra las empalizadas de
fusiles fratricidas, enfrentaron a pedradas los tanques de guerra, rompieron con sus dientes las alambradas, pasaron
por encima de los sapos venenosos y prosiguieron, ensangrentados y
sedientos, su multitudinaria e
invencible marcha en defensa de la vida, la dignidad, la tierra y el
derecho al trabajo.
El General se cagó en los
calzones de espanto, reculó aterrado como una bestia
que se topa con una milagrosa epifanía, y a sus
gatilleros les ordenó retroceder, al presenciar, en vivo y en directo,
el avance incontenible de los muertos.
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