sábado, 18 de enero de 2014

Salario miserable

El púlpito del Diablo

Por Guillermo Velásquez Forero

El trabajo asalariado es una maldición bíblica y una fuente de pobreza para el trabajador y su familia. En Colombia el salario mínimo es una tradición violenta que incrementa cada vez más la injusticia social porque mantiene el proceso de pauperización de la clase trabajadora; y además promueve la delincuencia común, la prostitución y la mendicidad; y justifica el conflicto armado.
Karl Marx quizás fue el primero en revelar esa desgraciada y absurda paradoja de que, en el sistema capitalista, el trabajo y la riqueza que el trabajador produce son una fuente de miseria para él mismo. El producto de su trabajo le es ajeno y hostil. Y algo peor: su capacidad de trabajo lo convierte a él en una cosa con precio, en una mercancía más del mercado. El capitalismo le pone precio a los seres humanos, y los trata, los compra, los vende y los alquila como animales.
En Manuscritos Económicos y filosóficos de 1844, Marx afirma que: “la Economía Política sólo conoce al obrero en cuanto animal de trabajo, como una bestia reducida a las más estrictas necesidades vitales.” Y derivada de esta concepción inhumana del trabajador, surge esta definición: “El salario habitual es, según Smith, el mínimo compatible con la simple humanité, es decir, con una existencia animal.”
De modo que el salario mínimo está pensado y establecido para que el trabajador pueda sobrellevar una vida miserable por debajo del nivel mínimo de dignidad del ser humano. Este salario maldito tiene que ser el mismo plato de lentejas con el que Jacob le compró a Esaú su primogenitura, el mismo salario fratricida de veinte monedas por el que José fue vendido por sus hermanos a los mercaderes, el mismo salario de traición de treinta monedas por el que Judas vendió a Cristo. Ese salario es el tris de mierda que para el capitalismo vale la vida de más de un millón de trabajadores en nuestro país.
Todo lo que al respecto dice el Gobierno es falso porque ese salario no garantiza el cubrimiento de las necesidades básicas como la alimentación, la salud, la vivienda y la educación. Porque su valor no se define teniendo en cuenta esas necesidades sino los Índices de Precios al Consumidor, la meta de inflación para el siguiente año, el incremento del PIB; la productividad de la economía y la contribución de los salarios al ingreso nacional. Y es mentira que esa miserable alza de 886 pesos diarios para 2014 represente un aumento del poder adquisitivo, porque nubes de pequeñas ratas, que venden bienes y servicios indispensables, suben sus precios en dos o tres veces ese incremento del salario (4,5%), y se tragan de una sola tarascada ese ridículo aumento.
Esta infame situación podría cambiar para esos millones de trabajadores que entregan su vida a cambio de una miserable subsistencia, si la derecha que nos gobierna no estuviera empecinada en mantener a sangre y fuego la injusticia social, en enriquecer cada vez más a los ricos y producir en serie y sin piedad millones de pobres y miserables. Otros países lo han logrado, pero aquí no porque se prefiere financiar legiones de asesinos en vez de pagarles a sus trabajadores un salario justo que les permita una vida y una muerte dignas.

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