martes, 28 de enero de 2014

Mafia político-religiosa

El púlpito del Diablo

Por Guillermo Velásquez Forero

El coctel de iglesia y política es explosivo, y es un veneno letal para el cuerpo y para el alma. En el círculo vicioso de la Historia universal este par de venenos siempre han estado ligados en una alianza vituperable, maquinando un complot contra la salud mental de la gente, contra la inteligencia y el espíritu científico, contra la libertad de pensamiento, contra el poder iluminador de la duda y el pensamiento crítico, contra la luz, la belleza y los encantos de la vida.
Los predicadores de las doctrinas religiosas y los predicadores de la política –Nietzsche los llamó “Los predicadores de la muerte”–, tanto los unos como los otros, son igualmente peligrosos y dañinos, una grave amenaza contra la Humanidad porque son marrulleros y embusteros, tienen una temible capacidad para urdir el mal bajo la máscara del bien, y vender la mentira disfrazada de verdad, y sobresalen por sus habilidades perversas para lavarles el cerebro a los pobres de espíritu, enfermos de fe y condenados a la esperanza, y luego manipularlos, explotarlos y utilizarlos como idiotas útiles de dios y del poder.
Las doctrinas y las ideologías son un caldo de cultivo de fanáticos, monstruos y asesinos que convierten una creencia personal en una verdad absoluta, sagrada y universal, y con ella fundan partidos, iglesias e imperios y saben inventar odios, guerras y exterminios.
Se acaba de desenmascarar un grupo político-religioso colombiano llamado MIRA, que representa un ejemplo perfecto de ese contubernio de iglesia y política, de ese doble negocio sucio que utiliza la paranoia y la fascinación de las ideologías para montar un imperio de charlatanes y culebreros, malabaristas de la lengua falaz, mercaderes de conciencias, pícaros con suerte que logran enriquecerse y treparse al poder para delirar, imponer su demencia y pisotear a los demás.
La papisa millonaria de la iglesia de dios ministerial del mira, tiene razón al decir que un discapacitado no tiene derecho a predicar, porque a la fija es un ser humano sensible, honrado y decente, y es muy probable que sea inteligente, lógico-racional, capaz de concebir la duda y ejercer el pensamiento. Siendo así, es un inepto para subirse al púlpito a sacarse de la boca la víbora del discurso esquizofrénico, a decir sandeces de sonámbulo, a desvariar, como sabe hacerlo a la maravilla esta comerciante de la ignorancia, la credulidad y la cobardía de la gente ante el azar violento y el sinsentido de la vida.
Esa es la miseria de la democracia: que cualquier farsante, traficante de creencias, vendedor de ilusiones mitológicas, embaucador y estafador puede montar iglesia, fundar partido político y, con ayuda de los imbéciles, llegar al poder a ejercer la corrupción, enriquecerse en forma ilícita y legislar en contra de la justicia, los derechos humanos, la convivencia y la paz. Esta calamidad político-religiosa es una tara hereditaria de la caverna que todavía nos habita, está legalizada y bendecida en nuestra sociedad, y no parece tener fin ni remedio.

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