viernes, 21 de marzo de 2014

Política: desfile de máscaras

El púlpito del diablo

Por Guillermo Velásquez Forero

La farsa carnavalesca de la democracia representativa, una vez más, acaba de iniciar su desfile de máscaras, histriones, bufones, clowns, titiriteros, ilusionistas, marionetas, perros adiestrados, fieras y demás fauna del circo de la politiquería colombiana, que salen a embaucar y alucinar a la gente, con el fin de  hacer su negocio en el mercado de votos y cometer el milagro de que los graves y arraigados problemas como la injusticia social, la corrupción, la impunidad, la guerra, las bandas criminales, la pobreza, la miseria y el atraso continúen intactos, como una maldición divina y eterna.
La campaña no es política sino comercial, pues casi todos esos fracasados metidos de aventureros, oportunistas, comerciantes y rebuscadores de votos sólo buscan enriquecerse, y además figurar, imponerse y mandar. Están podridos de egoísmo, desesperados por “el ansia de primar” como le llamó Cioran a ese instinto feroz, espoleados por intereses e intenciones inconfesables y, muchos de ellos, apoyados y financiados por oscuros capitalistas, traficantes y organizaciones criminales de ultraderecha.
Como se trata de una feria, de un espectáculo de culebrero, de una función de circo, los candidatos no necesitan presentar ideas, estrategias, propuestas y programas realizables de desarrollo humano, de lucha contra la pobreza y la miseria, de negociación política de la guerra, de sanear y fortalecer la salud, la educación y el empleo; de fomento y subsidio de la economía nacional; de extirpación de la corrupción; de acabar con la criminalidad política y la impunidad de los asesinos; de búsqueda justa, racional y efectiva de la paz, el bienestar y la felicidad no sólo de los ricos y sus sicarios sino de todos los colombianos.
Les basta con llenar el país de vallas, pendones, pasacalles, carteles y murales que sólo muestran máscaras, sonrisas angelicales, gestos, ademanes, frases publicitarias y logos de los partidos. Con esas imágenes falsas, esos rostros hipócritas, esas frases mentirosas y ambiguas, y esos símbolos vacíos de sentido hacen su negocio. Con esa fachada y esos adornos engañan a todo el mundo. Y la mayoría de los electores terminan votando por una máscara, un fantasma, un nombre o un apellido, detrás de los cuales casi siempre se oculta un promesero falso, embustero, corrupto, ladrón, guerrerista, amigo de los asesinos o líder de bandas criminales, que sólo busca el poder, la riqueza y la fama.
Ya iniciamos el tercer siglo ejerciendo ese vicio suicida, ese oficio infernal de Sísifo, y nada ha cambiado: son los mismos con las mismas. Lo único que cambian son las manadas de lobos que se relevan en el poder. Una ilusa y utópica esperanza de solución de esta maldición política sería no volver a elegir a la derecha cavernícola, inhumana, violenta, apátrida y capitalista que siempre ha tiranizado, robado y desangrado a nuestro país. No elegir más al verdugo. Y atreverse a votar por la izquierda, a ver qué pasa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario