miércoles, 4 de junio de 2014

A los enemigos de la paz

El púlpito del Diablo

Por Guillermo Velásquez Forero

La cátedra de la paz, cuyo proyecto de Ley 174 ha sido radicado en el Senado, debería ser universal y estar dirigida en primera instancia a las grandes organizaciones criminales como los imperios que bombardean e invaden países, a los gobiernos genocidas, las dictaduras disfrazadas de democracia, los partidos y los políticos de derecha, las religiones y sus hordas fundamentalistas, los ejércitos, las guerrillas, el sionismo asesino de los palestinos, el fascismo, el capitalismo, las transnacionales, los traficantes de cine, televisión y narcóticos; el hampa; las bacrim y toda la ralea de monstruos dueños del mundo, amos del poder y generadores de todas las violencias.
Porque violencia no es sólo la agresión física mediante el uso de armas y máquinas de muerte propias de la guerra fratricida que nos mata hace más de medio siglo, la del Esmad, las bandas de asesinos de ultraderecha, los sicarios, los atracadores, los ladrones y los homicidas de toda laya. También es violencia la injusticia social, el salario mínimo miserable, los TLC, el desempleo, la criminalización de la lucha sindical, la carencia de vivienda y de servicios públicos, la miseria de los hospitales, la mala calidad de la atención médica, los altos costos y la escasez de cupos en la educación pública universitaria, el abandono estatal del campo y de tantos pueblos fantasmas, etc.
La cátedra debe impartirse de modo obligatorio a todos los enemigos de la paz. En especial a Uribe, su títere Zuluaga y todos sus secuaces, que son vampiros que pretenden seguir alimentándose con la sangre del pueblo colombiano, pues tienen la ilusión de tomarse el poder para perpetuar la guerra, manteniendo esa carnicería en que caen heridos, mutilados y muertos nuestros soldados, policías y guerrilleros, y que produce millones de desterrados; y así seguir conculcando el Derecho a la Paz de todos los ciudadanos de Colombia, establecido en el Artículo 22 de la Constitución; y continuar  arruinando el país con el negocio del odio, el exterminio y la destrucción.
También hay que enseñarles la paz a los genios del crimen comercial, los empresarios de la industria del entretenimiento perverso que a través de la televisión, los videojuegos y el cine, hacen la apología de delito, enseñándoles a los niños el oficio de asesinos y destructores, y convirtiendo la violencia en una diversión y un placer.
Pero la paz perpetua, que soñó Kant, seguirá siendo una utopía, porque la tal cátedra no se va a enseñar a los maestros de la violencia, al imperio norteamericano, al Estado autoritario, a los señores de la guerra, las organizaciones criminales y demás poderes del mal sobre la tierra, sino a los ángeles, a los inocentes, es decir, a las víctimas de la violencia: a los niños, niñas y jóvenes de nuestro país. Y los románticos e ingenuos proponentes del proyecto creen que los docentes son los que tienen la obligación y el poder de acabar con la violencia sistémica, dictando clases de paz en las aulas.   

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