El púlpito del Diablo
Por Guillermo Velásquez Forero
La cátedra de la paz, cuyo
proyecto de Ley 174 ha sido radicado en el Senado, debería ser universal y
estar dirigida en primera instancia a las grandes organizaciones criminales
como los imperios que bombardean e invaden países, a los gobiernos genocidas,
las dictaduras disfrazadas de democracia, los partidos y los políticos de derecha,
las religiones y sus hordas fundamentalistas, los ejércitos, las guerrillas, el
sionismo asesino de los palestinos, el fascismo, el capitalismo, las
transnacionales, los traficantes de cine, televisión y narcóticos; el hampa;
las bacrim y toda la ralea de monstruos dueños del mundo, amos del poder y
generadores de todas las violencias.
Porque violencia no es sólo
la agresión física mediante el uso de armas y máquinas de muerte propias de la
guerra fratricida que nos mata hace más de medio siglo, la del Esmad, las
bandas de asesinos de ultraderecha, los sicarios, los atracadores, los ladrones
y los homicidas de toda laya. También es violencia la injusticia social, el
salario mínimo miserable, los TLC, el desempleo, la criminalización de la lucha
sindical, la carencia de vivienda y de servicios públicos, la miseria de los
hospitales, la mala calidad de la atención médica, los altos costos y la
escasez de cupos en la educación pública universitaria, el abandono estatal del
campo y de tantos pueblos fantasmas, etc.
La cátedra debe impartirse
de modo obligatorio a todos los enemigos de la paz. En especial a Uribe, su
títere Zuluaga y todos sus secuaces, que son vampiros que pretenden seguir
alimentándose con la sangre del pueblo colombiano, pues tienen la ilusión de
tomarse el poder para perpetuar la guerra, manteniendo esa carnicería en que
caen heridos, mutilados y muertos nuestros soldados, policías y guerrilleros, y
que produce millones de desterrados; y así seguir conculcando el Derecho a la Paz
de todos los ciudadanos de Colombia, establecido en el Artículo 22 de la
Constitución; y continuar arruinando el
país con el negocio del odio, el exterminio y la destrucción.
También hay que enseñarles
la paz a los genios del crimen comercial, los empresarios de la industria del
entretenimiento perverso que a través de la televisión, los videojuegos y el
cine, hacen la apología de delito, enseñándoles a los niños el oficio de
asesinos y destructores, y convirtiendo la violencia en una diversión y un
placer.
Pero la paz perpetua, que
soñó Kant, seguirá siendo una utopía, porque la tal cátedra no se va a enseñar
a los maestros de la violencia, al imperio norteamericano, al Estado
autoritario, a los señores de la guerra, las organizaciones criminales y demás
poderes del mal sobre la tierra, sino a los ángeles, a los inocentes, es decir,
a las víctimas de la violencia: a los niños, niñas y jóvenes de nuestro país. Y
los románticos e ingenuos proponentes del proyecto creen que los docentes son
los que tienen la obligación y el poder de acabar con la violencia sistémica,
dictando clases de paz en las aulas.
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