El púlpito del
Diablo
Por Guillermo Velásquez Forero
La libertad es la
esclavitud. La ignorancia es la fuerza. Estos principios absurdos no parecen
ser “las tres consignas del Partido”, en la novela 1984 de George Orwell, sino los
dogmas sagrados que regirán el programa de gobierno de Uribe y su títere
violento el candidato Zuluaga, si Colombia es tan imbécil, cainita y suicida
como para cometer el error mortal de elegir a este temible personaje.
Uribe es un peligroso
titiritero enriquecido y empoderado con el negocio del odio, la guerra, la
destrucción y la muerte, que promete
seguir desangrando, enlutando y pauperizando a Colombia, mediante la guerra
fratricida, la impunidad, la corrupción, la arbitrariedad, la dictadura
disfrazada de democracia, y la represión y el crimen como únicas formas de solucionar los
graves y arraigados problemas sociales, económicos, de salud, vivienda, empleo
y educación que padece la mayoría de la población, que, además, se debate entre
la pobreza, la desesperanza, el circo y el miedo.
Promover el odio y la
guerra, como lo hace Uribe y su muñeco de ventrílocuo, debería considerarse
delito, pues “La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento”,
consagrado en el Artículo 22 de nuestra Constitución. Un candidato que prometa
la guerra interna como propuesta de gobierno debería ser descalificado e
inhabilitado como aspirante a la presidencia del país, porque está prometiendo
convertirse en un criminal de guerra, un verdugo de su propio pueblo, un
genocida.
Zuluaga es una marioneta de
la derecha, famosa por su vocación criminal, por su poder para maquinar el mal
y por su astucia para inventar guerras en las que el pueblo es el que pone las
víctimas y los asesinos, es decir, todos los muertos; y porque ha convertido a
Colombia es un campo de odio y matanza a través de la historia. Sobra mencionar
el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán y
el genocidio que desataron, en el cual mataron a doscientos mil colombianos. En
esa barbarie, orquestada y dirigida desde el poder por “esos malditos
politiqueros de oficio”, “a unos los matan por godos, y a otros por liberales”,
nos recuerda Arnulfo Briceño en su bambuco A quién engañas abuelo.
La derecha, que siempre ha
gobernado, forjó a golpes de sangre la tradición de la violencia, la guerra y
el exterminio, y está empeñada en proseguir hasta la eternidad esa práctica monstruosa
contra el pueblo colombiano. Pero aunque siempre es tarde, es hora de utilizar
la democracia para elegir la vida y votar en contra de la guerra, de esa guerra
que nadie puede ganar militarmente y que sólo tiene perdedores. Es urgente y
decisivo, de vida o muerte, reelegir al presidente Santos para permitirle que
continúe el proceso de negociación de paz definitiva con las guerrillas. Porque
tenemos derecho a la vida y a la esperanza de morir felices en un país posible,
donde quepamos todos y podamos vivir sin tener que matarnos entre nosotros
mismos. Esta quizás sea la última oportunidad.
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