miércoles, 4 de junio de 2014

La guerra es la paz

El púlpito del  Diablo

Por Guillermo Velásquez Forero

La libertad es la esclavitud. La ignorancia es la fuerza. Estos principios absurdos no parecen ser “las tres consignas del Partido”, en la novela 1984 de George Orwell, sino los dogmas sagrados que regirán el programa de gobierno de Uribe y su títere violento el candidato Zuluaga, si Colombia es tan imbécil, cainita y suicida como para cometer el error mortal de elegir a este temible personaje.
Uribe es un peligroso titiritero enriquecido y empoderado con el negocio del odio, la guerra, la destrucción y la muerte, que  promete seguir desangrando, enlutando y pauperizando a Colombia, mediante la guerra fratricida, la impunidad, la corrupción, la arbitrariedad, la dictadura disfrazada de democracia, y la represión y el  crimen como únicas formas de solucionar los graves y arraigados problemas sociales, económicos, de salud, vivienda, empleo y educación que padece la mayoría de la población, que, además, se debate entre la pobreza, la desesperanza, el circo y el miedo.
Promover el odio y la guerra, como lo hace Uribe y su muñeco de ventrílocuo, debería considerarse delito, pues “La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento”, consagrado en el Artículo 22 de nuestra Constitución. Un candidato que prometa la guerra interna como propuesta de gobierno debería ser descalificado e inhabilitado como aspirante a la presidencia del país, porque está prometiendo convertirse en un criminal de guerra, un verdugo de su propio pueblo, un genocida.
Zuluaga es una marioneta de la derecha, famosa por su vocación criminal, por su poder para maquinar el mal y por su astucia para inventar guerras en las que el pueblo es el que pone las víctimas y los asesinos, es decir, todos los muertos; y porque ha convertido a Colombia es un campo de odio y matanza a través de la historia. Sobra mencionar el  asesinato de Jorge Eliécer Gaitán y el genocidio que desataron, en el cual mataron a doscientos mil colombianos. En esa barbarie, orquestada y dirigida desde el poder por “esos malditos politiqueros de oficio”, “a unos los matan por godos, y a otros por liberales”, nos recuerda Arnulfo Briceño en su bambuco A quién engañas abuelo.
La derecha, que siempre ha gobernado, forjó a golpes de sangre la tradición de la violencia, la guerra y el exterminio, y está empeñada en proseguir hasta la eternidad esa práctica monstruosa contra el pueblo colombiano. Pero aunque siempre es tarde, es hora de utilizar la democracia para elegir la vida y votar en contra de la guerra, de esa guerra que nadie puede ganar militarmente y que sólo tiene perdedores. Es urgente y decisivo, de vida o muerte, reelegir al presidente Santos para permitirle que continúe el proceso de negociación de paz definitiva con las guerrillas. Porque tenemos derecho a la vida y a la esperanza de morir felices en un país posible, donde quepamos todos y podamos vivir sin tener que matarnos entre nosotros mismos. Esta quizás sea la última oportunidad.  

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